Desde que el mundo se rompió por
completo me he pillado a mi mismo escribiendo a las tres de la mañana o
mirándome a horas imprecisas frente al espejo... sin mirar nada y
preguntándome; ¿A qué venía?
Me he encontrado con trenes que solo
viajan al espacio, noches que chocan con las estaciones y días que llegan
tarde.
Otoños que ahorran tiempo y veranos de
hoja perene a flor de piel.
Sueños viejos que nunca tuve y
madrugadas bravas que te atropellan la mirada luego de un polvo en el baño de un bar.
He visto gente que va y otra que
viene, pero que jamás se queda.
He visto paredes con afiches que
guardan un secreto en las esquinas y recuerdos revueltos en las mañanas tras un
café.
Tengo besos guardados, bien dobladitos
en el bolsillo derecho del pantalón y también torres de caricias olvidadas en
algún rincón de mi colchón.
Me he encontrado basura de hace meses
en los bolsillos de los pantalones que según yo revise bien antes de lavarlo y
polvo de algún compromiso cancelado en el bolsillo izquierdo.
He vivido eternidades en solo segundos
y viví segundos que debieron ser eternos.
Me vendieron un coche viejo y
defectuoso a un precio no muy alto.
Hice cosas sin reparar en las
consecuencias que me descompusieron la vida... el alma... el coche.
Nunca me han dedicado una canción.
Tampoco dedicado o escrito un verso.
Desde que el mundo se rompió por
completo me da por ponerme a escribir sin darme cuenta de lo que escribo.
Y a todo esto... ¿a qué venía?
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