jueves, 6 de junio de 2013

Lo que una noche se llevó

¡Eh! ¿Cómo crees que olvidaría aquel momento?
Mi cuerpo abrazaba a otro
en un cuarto que no era de ninguno de los dos.
Ella se convulsionaba entre mis brazos
mientras yo la apretaba contra mi pecho.
Sus latidos intentaban aferrarse a los míos,
pero mi corazón le susurraba al suyo con voz de consuelo;
-Tranquilo. Sólo es esta vez. ¡Por favor no me hagas esto!
Claro, no funcionó.
Llovía, pero no recuerdo dónde.
Lloraba, pero no recuerdo qué o quién.
Y en la intimidad nuestros cuerpos seguían atados.
Nuestros brazos, frías cuerdas sin cadalso.
Mortales.
Me dolía el corazón tras pensar soltarle
pero sería más doloroso no hacerlo.
Y, de repente, ¡PUM!
Montaña rusa de espasmos.
Frías intenciones dentro de una cálida escena.
¿Quién se creería el cuento, en su momento claro está, de que aquello iba a doler?
¡Nadie! Obvio.
La vista se nubla, la mente se va a la luna
y los cuerpos se quedan muertos por un momento.
Aunque breve, lo olvidas.
Ella se levantó, se vistió y se fue.
Y su fantasma volvería luego para atormentarme.
Y pensar que no sólo se llevó el dinero.
Pobres de mis ojos que pagarían el resto.
Claro que la culpa es mía.
Mi corazón rogó piedad,
tenía en claro que era su oficio.
Pero mira como vine a parar.
Pd: Por si con mis lágrimas y el sueño no te alcanzaba,

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