Es tan claro.
Como la baba que solía escurrir cuando
te miraba acercándote hacia mí. Abriéndote paso entre la gente sin siquiera
tocarla.
Como mis celos irracionales a la brisa
del verano, a la lluvia de otoño o a los rayos de la luna el mes de Octubre.
Como la nieve con la que jugamos una
mañana de navidad. En la que los mejores regalos nos los dimos en los labios
después de un chocolate caliente y una película de las que tanto te gustan
tirados en el sofá, cubriéndonos el frío con solo una manta y mis brazos… y los
tuyos.
Todo era tan claro que me perdía en
medio de aquel inmenso todo buscando nadas y encontrando dudas.
Dudas. ¡Ja ja ja! Siempre dudas…
Sembradas, cosechadas, sometidas a
diversos procesos, enlatadas e ingeridas por nosotros hasta embriagarnos en
ellas para echarlo todo a perder en solo una noche.
Perder el tiempo, la noción de las
cosas factibles y el color de las reales… acariciando solo la idea de estar
enamorados,
pues es eso...
lo que nos queda.