jueves, 22 de enero de 2015

De amor y otros desvelos

¿Que cómo sé si en verdad es amor?
Fácil.
Cuando despierto pienso en ella.
Es el primer pensamiento que tengo apenas despegar los parpados. Y las preguntas que lo acompañan van remitidas a su nombre.
¿Es así cuando sabes que esa persona ya te enamoró? No, aún no.
Mientras bebo mi café me pregunto en silencio sobre los cómo y los por qué, encontrando sin querer por el techo y otras partes de mi casa vacía y hueca sin ella la respuesta de los cuándo que nunca hice. Porque, al igual que el café, me trago mis palabras junto al desayuno sólo para suspirar durante el día los te amo que no le dije y no le diré nunca.
Me gusta que la gente siempre le encuentre algún defecto y es cuando agradezco que no la miren con mis ojos, pues sí lo hiciesen yo pasaría del segundo al tercer plano.
Amo que esté presente en cada parte de mi día, desde el desayuno hasta la hora de dormir. Presente en mis pensamientos, en mi ser, en mi vida que ha comenzado desde el momento en que la vi por primera vez. Pero odio que esté sin estarlo.
Odio despertar abrazando una pinche almohada y no a ella.
Odio despertar en medio de un beso después de una larga mirada, de aquellas que sólo ella hace con una sensualidad natural imposible.
Odio despertar en medio de una fuerte discusión que comenzó por una razón tonta como, por ejemplo, no haber notado que se ha cortado el cabello o porque me molesté cuando ella saludó a un amigo de la escuela. Siempre termino sintiéndome mal al despertar por haberle gritado o por el simple hecho de haberme enojado con ella.
Odio despertar y no tener el valor que solo tengo en sueños de preguntarle su nombre y mucho menos cuestionarle cómo hace para convertir mis sentimientos por ella, que son complicados para mi propio entendimiento, en sueños tan sencillos que parecen soñados por un niño.
No, no es así como me doy cuenta que la amo.
En realidad me doy cuenta cuando odiar todo aquello sólo me hizo comprender que odio no estar con ella y así aprendí que cuando una chica hace que un hombre cuestione su valentía no sólo lo dejo desnudo y sin armas, sino que lo ha secuestrado para soltarlo en un mundo que se encuentra en guerra.
Después, ya cuando lo entiendes, te liberas y es cuando pasas de convertirte de un guerrero desarmado a una nota musical soltada al viento en un mundo libre y colorido. Sin rumbo alguno y con un signo de interrogación que no exclama la respuesta.
Al final, cuando me la encuentro en algún lado, me pregunto admirado; ¿Qué clase de sueño vas a regalarme hoy? ¿Qué clase de embrujo tienes que hace que me tiemblen las rodillas y no tenga el valor para saludarte? ¿Por qué y solo por qué no puedo acercarme a ti?

Esa admiración que te quita el sueño y va más allá de lo físico y de lo real. Que te mantiene en vela no por el deseo, sino por incertidumbre. Eso me hace sentir... y si eso no es amor, entonces te pregunto yo; ¿qué es?