¿Que cómo sé si en verdad es amor?
Fácil.
Cuando despierto pienso en ella.
Es el primer pensamiento que tengo
apenas despegar los parpados. Y las preguntas que lo acompañan van remitidas a
su nombre.
¿Es así cuando sabes que esa persona
ya te enamoró? No, aún no.
Mientras bebo mi café me pregunto en
silencio sobre los cómo y los por qué, encontrando sin querer por el techo y
otras partes de mi casa vacía y hueca sin ella la respuesta de los cuándo que
nunca hice. Porque, al igual que el café, me trago mis palabras junto al
desayuno sólo para suspirar durante el día los te amo que no le dije y no le
diré nunca.
Me gusta que la gente siempre le
encuentre algún defecto y es cuando agradezco que no la miren con mis ojos,
pues sí lo hiciesen yo pasaría del segundo al tercer plano.
Amo que esté presente en cada parte
de mi día, desde el desayuno hasta la hora de dormir. Presente en mis
pensamientos, en mi ser, en mi vida que ha comenzado desde el momento en que la
vi por primera vez. Pero odio que esté sin estarlo.
Odio despertar abrazando una pinche
almohada y no a ella.
Odio despertar en medio de un beso
después de una larga mirada, de aquellas que sólo ella hace con una sensualidad
natural imposible.
Odio despertar en medio de una
fuerte discusión que comenzó por una razón tonta como, por ejemplo, no haber
notado que se ha cortado el cabello o porque me molesté cuando ella saludó a un
amigo de la escuela. Siempre termino sintiéndome mal al despertar por haberle
gritado o por el simple hecho de haberme enojado con ella.
Odio despertar y no tener el valor que
solo tengo en sueños de preguntarle su nombre y mucho menos cuestionarle cómo
hace para convertir mis sentimientos por ella, que son complicados para mi
propio entendimiento, en sueños tan sencillos que parecen soñados por un niño.
No, no es así como me doy cuenta
que la amo.
En realidad me doy cuenta cuando odiar
todo aquello sólo me hizo comprender que odio no estar con ella y así aprendí que
cuando una chica hace que un hombre cuestione su valentía no sólo lo dejo
desnudo y sin armas, sino que lo ha secuestrado para soltarlo en un mundo que
se encuentra en guerra.
Después, ya cuando lo entiendes, te
liberas y es cuando pasas de convertirte de un guerrero desarmado a una nota
musical soltada al viento en un mundo libre y colorido. Sin rumbo alguno y con
un signo de interrogación que no exclama la respuesta.
Al final, cuando me la encuentro en
algún lado, me pregunto admirado; ¿Qué clase de sueño vas a regalarme hoy? ¿Qué
clase de embrujo tienes que hace que me tiemblen las rodillas y no tenga el
valor para saludarte? ¿Por qué y solo por qué no puedo acercarme a ti?
Esa admiración que te quita el
sueño y va más allá de lo físico y de lo real. Que te mantiene en vela no por
el deseo, sino por incertidumbre. Eso me hace sentir... y si eso no es amor,
entonces te pregunto yo; ¿qué es?