El dolor
nos ata a la realidad, como las gotas de lluvia atan a la tierra con el suelo,
formando pequeños charcos que permiten ver el reflejo de lo que hay allí, aquí
y allá.
Admito que me gusta estar aquí, que me fascina esto de unir miradas enamoradas, almacenar miradas curiosas, enviar señales a miradas deprimidas e iluminar las pequeñas miradas cargadas de inocencia. Pero entre tantas miradas es fácil que la nostalgia me domine, y que comience a recordar el calor de aquella que era sólo para mí. Aquella que todos tenemos y que está a la espera, ansiosa, de encontrarnos. Esa, mi amigo, es la mejor mirada que puede existir en el universo entero.
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