martes, 22 de septiembre de 2015

Suicidio, acto 1

Mi ser estará cansado, muy cansado,
anhelará el tacto fúnebre del descanso
y no existirá luz que brille lo suficiente
para que éste vuelva a abrir los ojos.

El cuerpo vacío se llenará
con pedazos pequeños de lo que fue,
intentará devorarse lo que pudo ser,
y morirá enfermo por un ¿por qué no lo hice?

O de hambre.

Y mi alma se suicidará,
cayendo suavemente desde mis pupilas,
exhalará lo que será su último aliento
y en su silencio dirá a gritos; perdón.

Que las lagrimas derramadas por mi pena
le den de beber en su camino
y mi último aliento le daré,
para que a donde quiera que vaya

pueda decir a todos que, al fin, es libre.

domingo, 13 de septiembre de 2015

Confieso

Confieso

Confieso que la vi en la noche.
Que la vi quitarse su abrigo perlado y
sentarse en un banquillo al otro lado de la barra.
Justo frente a mí

¡Su perfume! ¡Oh, su perfume!

El viento bailaba con él
alrededor de una fogata invisible,
quemando el batir de unas alas invisibles.

Y aquella avecilla invisible,
llena de misticismo,
cansada y herida,
buscó refugio en mis fosas nasales.

Y le acobijé,
y me abrigó,
y nos destruimos…

Ni el aroma de un jardín de flores podría
impregnarte los pulmones con tan mágica colonia,
mientras te derrite el alma y te funde el cuerpo
desde adentro.

Aún escucho cómo la banda acaricia mis oídos
con una magnífica interpretación de Since i’ve been loving you.

Su canción favorita.

Aquel movimiento excitante de caderas
imitando el péndulo de un reloj con un tic tac de fondo
desacompasado:
Mi corazón.

Sólo ella,
sólo yo.

Ardíamos en deseo.
Incendiamos el lugar.
Quemábamos el mundo.


Y yo no sé bailar.

domingo, 30 de agosto de 2015

Amor y distancias

Me gusta cuando dices cosas sin decirlas, porque todo cobra color en ese instante...

Y tú no te das cuenta.

Pero allí está. Es el momento en que mis miedos se disuelven como ese animalito del bosque que desaparece apenas parpadeas. Y consigo el poder suficiente para vencer fronteras.

Y te mando un beso indocumentado.

Un beso que anhelaba tal escape sólo para vagar por las calles del mundo en que vives, como un gatito suicida con la luna en las pupilas que se lanza desde el tejado más alto con tal de caer con mucha más fuerza...
en tus labios.

Me gusta cuando te sonrojas,
y no estoy allí,
y me lo dices.
Porque mis ojos chocan con los tuyos en esa foto que miro a diario, capaz de borrarle los puntos finales a todos los libros, excepto a Historia sin fin, donde allí sólo cambia la Historia.

Cambia la historia, nena.
Cambia el tiempo, cambia la vida,
la puta distancia.

De todos modos jamás cambiará el sentimiento,
éste en el que cada día, cada hora, cada minuto y cada segundo sin ti 
no es más que una cuenta por cobrar.

En pedazos

Chihuahua es tierra de encuentro.

Y yo, que te busco a diario,
entre las calles,
entre la gente,
termino encontrándote…
y no.

Descubro cómo te acercas con cada una de las letras
que a diario me regalas.

Y llegas de golpe, tranquila.
Convirtiendo mi todo en algo tan simple, pero complicado,
que se rompe en segundos
y se ensambla

en pedazos.

Domingo pluvial

Esta noche llueve a cantaros.

El domingo sufre.

La ciudad ha decidido ponerse traje
y perfumarse con esa finísima y cara colonia
que a todos nos gusta en estos días.

La tierra se viste de luto…
y llora.

Ya te darás cuenta a la mañana siguiente,
cuando veas sus lágrimas olor rocío
de que pudo haber sido la noche perfecta para un vino
y un café.

Aunque no sepas si viene,
ni tampoco si haya café.

Y grito a truenos.
Y relampagueo tu nombre.
Y se inundan, mis pupilas.


Esta noche llueve a cantaros.

Despertar (junto de ti)

Esta es otra de esas noches en las que no puedo dormir.
Y me incendia la cama con estás ganas de despertarme junto a ti.

Como cada noche acudes al silencioso llamado de mis recuerdos,
te alimentas de mis sueños
y desapareces apenas sientes una ligera perturbación.

La sabana se cubre de vergüenza para que no le vea llorar
cuando se me escapa tu nombre, exaltado, al despertar.

La almohada me confiesa que tiene el mismo anhelo
de aspirar el aroma de tu cabello,
y teme enamorarse de tu imagen dormida.
Como yo.

Y la abrazo
creyendo que eres tú.

Que su inerte silencio son tus ganas de gritarme un te quiero
y darme ese beso largo con el que tanto tiempo he soñado,
y que mi manera extraña de respirar son las huellas de un beso
pintado a trazos hasta tu boca.

Despertar junto de ti.
Despierta junto de mí.

Arráncale las ojeras a mi colchón.


Despertemos…

Cuento

Claro,
quería que matara al dragón
pero no estaba dispuesta a ver
como terminaba el cuento.

Y sin embargo sigo mintiéndome,
diciéndole al espejo que a lo mejor era que
a ella le aburren los finales felices.

La verdad era que

los dragones no existen.

Sonríe

Me encanta esa manera tuya de verme sin mirarme.

Siempre pidiéndome que me quede en casa
cuando son tus ojos los que me llevan a todas partes.

Y es que…
no sé.

Pero esos maravillosa trampolines color cafeína
son los culpables de que yo esté aquí,
a las tres con treintaicinco de la mañana,
saltándome los sueños.

Siempre,
a la mañana siguiente,
me reclamas las ojeras,
que no son mías sino tuyas.
Y después, con esa sonrisa de estocada,
me ofreces una azucarada taza de café.

Y despierto.

Descubro que esos dos charcos infinitos
en los que me baño cada mañana
no son la playa constelada de la que hablaba Octavio Paz.
Y sin embargo sigo sintiendo celos al leer “tus ojos”
en mi móvil.

Cada rincón de Chihuahua me sabe amargo
y me hace desear, cada vez con más fuerza,
que estés aquí.

Todo con tal de endulzarlo.

Aunque no seamos los de antes.

Aunque mires a la cámara…
y no a mí.


Sonríe.

Pide un deseo

Te miraré.

Y me miraras.

Mirando juntos hacia la misma estrella.

Imaginando un paraíso.
Soñando una vida.
Deseando a tu lado.

Y al final nos arrojaremos al vacío
olvidando que tenemos nuestras alas rotas.

Pide un deseo

que las estrellas también caen.

domingo, 9 de agosto de 2015

Chica del vestido negro

Tú,
la chica del vestido negro,
viniste a sacarme de este inmenso manicomio con las manos llenas de pólvora, pero dime; ¿no te diste cuenta del fuego que ibas a encender en mí?
Era lógico que tarde o temprano íbamos a volar algún rincón de la ciudad.
Pues hay cosas que no se dicen con palabras.

Y no lo siento por ti
ni por mí.
Lo siento por el asiento trasero del coche, por las veces que salimos a buscar aventura,
por el viejo sofá en el que recorríamos Italia sin movernos,
por la triste mesilla que teníamos en el comedor en las que me describiste la belleza de Vancouver.

Tú y yo.
Yo y tú.
Siempre huyendo del tiempo y de la gente.
Huyendo de los vuelos mal programados que van a dejar Chihuahua sin ti.
Una ciudad triste en la que ya no pasamos a deshoras en el coche y a alta velocidad.
Mientras que en el pecho, ya enardecido, el acelerado latido de un corazón se vuelca entre tus curvas.
Y a aquel accidente lo llamábamos amor.

Que fueras a contagiarte de locura no era probabilidad, sino cuestión de tiempo.
Así como lo era despertarme con los labios prendidos al sueño de tu piel y los ataques de ansiedad de todo adicto atado de manos a tus caderas.
Así como lo era despertarme viendo que no era cierto que dormías a mi lado y que Chihuahua era la desprogramada hora de un despertador que ya no uso en la mesita de noche junto a la cama.

Tú,
La chica del vestido negro,
la chica que viene junto el cobijo de la noche alcoholizada por tanta estrella.
Deja de convertirte en esa chica meteorito que se estrella en mi cama a las cuatro de la mañana y sacude mi mundo.
Deja la pólvora en casa.
Chica del vestido negro.
Deja de ser un sueño.

Y...
Ven.


Con mi realidad.

viernes, 24 de julio de 2015

Otra vez dos veces te amo

Otra vez la lluvia me empapa de tu ausencia.
Nuevamente me guardo los besos
y el anhelo de tenerte entre mis brazos
volverá por la noche a llenarme de reproche.
Otra vez las estrellas susurran por mi ventana,
me tienen tentado a llenarles de deseos.
Mientras mis letras se revelan y me tiemblan las manos
escribo un te amo.
Otra vez la tinta me pide escribirte
y con el corazón en la mano me rindo ante el papel.
No me gusta escribir esto dos veces en el mismo escrito
pero, ¿ya qué?


¡Te amo!

martes, 23 de junio de 2015

Quererte

Quererte es volver a la infancia.
Quererte es ese momento en el que todo lo que ves o haces es nuevo.
Quererte es despertar a las siete de la mañana el día de navidad.
Quererte es abrir el más grande de los regalos.
Quererte es que ese regalo sea justo lo que tanto deseaste.
Quererte es mirar una estrella fugaz y pedir un deseo.
Quererte es que ese deseo se haga realidad.
Quererte es escuchar la canción que tanto te gusta un día cualquiera en la radio.
Quererte es bailar en ropa interior esa canción.
Quererte es beber una taza de café calentito una noche fresca.
Quererte es una noche de insomnio por haberse bebido ese café.
Quererte es salir de fiesta con esos amigos que hace tiempo no veías.
Quererte es convertirte en el alma de aquella fiesta.
Quererte es recordar con una sonrisa lo bien que la pasaste.
Quererte es repetir esa noche.
Quererte es como un lindo recuerdo de la infancia.
Quererte es revivir ese recuerdo.
Quererte es preocuparse por ti.
Quererte es hablar de ti con mi mejor amigo.
Quererte es que mi mejor amigo me diga que estoy enamorado.
Quererte es saber que sí es amor, pero hacerme el loco y sonrojarme.
Quererte es que tu amigo te haga bulla a los cuatro vientos cuando miro tu fotografía.
Quererte es escribir esto queriendo cambiar todos los “quererte” por “amarte”.

Quererte es no hacerlo porque… amarte…
mi niña…
bueno…

esas son palabras mayores.

lunes, 22 de junio de 2015

Texto IV

Lluvia veraniega que riega mis noches,
espectro de lágrimas derramadas por una injusticia.

Ecos fantasmales que exigen justicia,
voces defensoras proclamando perdón.

Brisa fresca de madrugada,
espíritu valiente y bravo que te cuida los sueños.

Písame los pasos para no apurarme
o te piso los zapatos al bailar.

Luz de madrugada,
arrodillado ante ti dispuesto a lo que sea.

Morir por ti,
quedarme contigo hasta verte triunfar.


Te amo.

miércoles, 17 de junio de 2015

Texto III

Te reto a que inventemos un lenguaje nuevo,
un idioma que sólo nosotros entendamos
y que usemos a escondidas en la intimidad de nuestra habitación.

Reinventemos los abrazos,
hagámoslos más extensos y duraderos que cualquiera conocido.
Convirtamos los besos en tus deseos más íntimos
y hagámoslos realidad al despertar a la mañana siguiente.

Convirtamos tus brazos en el único camino que lleve a Roma.

Que tus labios sean el alimento de estas mariposas imposibles.

Que tus piernas sean la pista de aterrizaje de los aviones de papel
en los que convierto mis poemas.

Que tu vientre sea el puerto de mis labios

y tu cuello sea el traficante de la poesía.

domingo, 14 de junio de 2015

Texto II

¿Cuánto tiempo se habrá tomado el creador para ubicar todo un cosmos en tus pupilas?

Y es que no importa el tiempo que pase contemplando tus ojos, siempre termino descubriendo algo nuevo.

Desde el espectáculo de cientos de astros iluminando el universo, hasta un diminuto universo paralelo en el que cualquiera es mejor persona en cualquier aspecto.

El único nombre que se me ocurre darte es CAOS.

No porque vea destrucción, de eso nada, sino porque eres el principio.


Pero no será hasta que estemos juntos que descubriré el principio de qué.

jueves, 11 de junio de 2015

Texto I

Ella verá al sol y se enamorará de él.
Pasará el tiempo, pero ella extenderá sus alas
y volara hacia él. 


Sin importar que haga el sol para evitarlo,
al final y por instinto, terminara abriéndole sus brazos.
Y ella, con las alas quemadas y el cuerpo ardiendo en llamas,

será consumida por su calor hasta volverse cenizas.

martes, 24 de marzo de 2015

Duele verte

Duele porque se me congelan las palabras, se me entumece la lengua y se me adormece el pensamiento apenas te veo.
Porque cuando pasas la vista por entre la gente y nuestras miradas se encuentran por casualidad, haces que la cabeza, inconscientemente, me dé un giro imposible hacia otro lado.
Porque me pone nervioso sólo de ver cómo te acomodas el cabello con un movimiento de cabeza.
Porque me siento como un niño pequeño perdido cuando te pierdo de vista.
Porque me lleno de impotencia cuando me doy cuenta que ya te has ido.
Porque cuando pasas a mi lado y te miro de reojo siento como si viese un paisaje lejano descrito en un libro.
Duele porque al final crece esa nube de no saber hasta cuando te volveré a ver.

Y porque todas esas cosas se quedan conmigo recriminándome por qué no pregunté quién eres.

jueves, 5 de marzo de 2015

Buenos días

Buenos días, ¡hola!, buenas noches.
Al principio parece que cualquiera sabe que decir, pero eso no es verdad. Esas son algunas de las palabras inteligentes que se nos llegan a ocurrir a la mayoría de los seres humanos para comenzar una charla con alguien a quien no hemos visto en un largo tiempo.
Personas con las que tuvimos una relación más allá de una amistad o sólo eso.
Vaya mal chiste la forma en que terminan la mayoría de estás conversaciones. Ambos dicen adiós, pero luego ninguno se marcha.
Sin embargo, a mí me pasa diferente, pero en cuanto a diferente no me refiero a cualquiera, sino a que sólo me pasa con ella.
Con ella nunca he podido comenzar una charla de ese modo. Aunque nos encontremos en el mismo lugar de siempre. Aunque siempre es mucho tiempo, y mucho tiempo es lo que he durado sin verla. No me nace decirle ¡buenos días!
U ¡hola!
O ¡buenas noches!
No, no es así. Conmigo todo ha sido de una manera diferente.
La miro a lo lejos, pues es hermoso mirarla de lejos, sentada debajo del árbol de su casa con los ojos clavados en algún punto del cielo y con las piernas cruzadas, igual que todas las otras veces que la he visto. Me hace pensar que, seguro, sus ojos anhelan el momento en que puedan mezclarse en aquel amplió mar de azules y corderos. Parece una muñequita olvidada en el patio de un kínder, y le hace creer a cualquiera que debe recogerla. No para poseerla, sino para protegerla.
De todas sus virtudes me quedo con esa gracia con la que se rasca la nariz cuando el cabello roza en ella a causa del viento. Cuando la veo hacerlo, dentro de mí crece el deseo de que fuese la punta de mi nariz la que causase aquel cosquilleo que le provoca comezón.
Apuesto a que si la vieras tú te pasaría igual.
-Ha pasado tanto tiempo y sigues siendo aquella niña –le digo con calidez.
-No es tanto. Tú tampoco cambias… ni siquiera has madurado todavía –responde ella en tono burlón. Luego suelta una risita que, de ser escuchada, moldearía las rocas y las haría blandas.
Nuestra plática da comienzo al finalizar el eco de su risa. Tesoro que guardo en el rincón más secreto de mi corazón y que escucho de vez cuando haciendo travesuras entre los acordes de una guitarra.
Los recuerdos fluyen y nosotros nos bañamos en ellos. Cada textura, olor y color pasa delante de nosotros como un cortometraje. Reímos, nos avergonzamos e inclusive, de vez en cuando, lloramos. Cuando termina nos hacemos preguntas que no respondemos para no hacer silencio.
Nos miramos un momento, con los ojos fijos y cristalizados.
Y ella me abraza.
Y yo a ella.
- Cuando te vayas no sé si sabré qué hacer o a dónde ir –me dice ella con lágrimas en los ojos.
- No lo creo. Tú eres más fuerte que yo. Siempre lo has sido –respondo apretándola entre mis brazos.
- ¡Claro que no! ¿Qué te hace pensar eso?
Guardo silencio.
- Contéstame, por favor –me pide entre sollozos. Mientras, yo continúo en silencio intentando aferrarme más a ella.
Su cuerpo comienza a desvanecerse entre mis brazos, su piel se transforma en luz, sus ojos, seguro, en estrellas.
Y cuando finalmente me suelta ya se ha convertido en recuerdo.
Y yo me quedo congelado bajo el árbol, y es cuando finalmente me atrevo a decir en voz entrecortada y en tono muy bajito:
- Porque han pasado diez años y… mírame… yo sigo aquí sin saber que hacer o a donde ir. Y tú… cumpliste tu anhelo y te has vuelto una estrella… y las estrellas viven en el cielo.


Adiós.

jueves, 22 de enero de 2015

De amor y otros desvelos

¿Que cómo sé si en verdad es amor?
Fácil.
Cuando despierto pienso en ella.
Es el primer pensamiento que tengo apenas despegar los parpados. Y las preguntas que lo acompañan van remitidas a su nombre.
¿Es así cuando sabes que esa persona ya te enamoró? No, aún no.
Mientras bebo mi café me pregunto en silencio sobre los cómo y los por qué, encontrando sin querer por el techo y otras partes de mi casa vacía y hueca sin ella la respuesta de los cuándo que nunca hice. Porque, al igual que el café, me trago mis palabras junto al desayuno sólo para suspirar durante el día los te amo que no le dije y no le diré nunca.
Me gusta que la gente siempre le encuentre algún defecto y es cuando agradezco que no la miren con mis ojos, pues sí lo hiciesen yo pasaría del segundo al tercer plano.
Amo que esté presente en cada parte de mi día, desde el desayuno hasta la hora de dormir. Presente en mis pensamientos, en mi ser, en mi vida que ha comenzado desde el momento en que la vi por primera vez. Pero odio que esté sin estarlo.
Odio despertar abrazando una pinche almohada y no a ella.
Odio despertar en medio de un beso después de una larga mirada, de aquellas que sólo ella hace con una sensualidad natural imposible.
Odio despertar en medio de una fuerte discusión que comenzó por una razón tonta como, por ejemplo, no haber notado que se ha cortado el cabello o porque me molesté cuando ella saludó a un amigo de la escuela. Siempre termino sintiéndome mal al despertar por haberle gritado o por el simple hecho de haberme enojado con ella.
Odio despertar y no tener el valor que solo tengo en sueños de preguntarle su nombre y mucho menos cuestionarle cómo hace para convertir mis sentimientos por ella, que son complicados para mi propio entendimiento, en sueños tan sencillos que parecen soñados por un niño.
No, no es así como me doy cuenta que la amo.
En realidad me doy cuenta cuando odiar todo aquello sólo me hizo comprender que odio no estar con ella y así aprendí que cuando una chica hace que un hombre cuestione su valentía no sólo lo dejo desnudo y sin armas, sino que lo ha secuestrado para soltarlo en un mundo que se encuentra en guerra.
Después, ya cuando lo entiendes, te liberas y es cuando pasas de convertirte de un guerrero desarmado a una nota musical soltada al viento en un mundo libre y colorido. Sin rumbo alguno y con un signo de interrogación que no exclama la respuesta.
Al final, cuando me la encuentro en algún lado, me pregunto admirado; ¿Qué clase de sueño vas a regalarme hoy? ¿Qué clase de embrujo tienes que hace que me tiemblen las rodillas y no tenga el valor para saludarte? ¿Por qué y solo por qué no puedo acercarme a ti?

Esa admiración que te quita el sueño y va más allá de lo físico y de lo real. Que te mantiene en vela no por el deseo, sino por incertidumbre. Eso me hace sentir... y si eso no es amor, entonces te pregunto yo; ¿qué es?