Me gusta cuando dices cosas sin decirlas, porque
todo cobra color en ese instante...
Y tú no te das cuenta.
Pero allí está. Es el momento en que mis miedos
se disuelven como ese animalito del bosque que desaparece apenas parpadeas. Y
consigo el poder suficiente para vencer fronteras.
Y te mando un beso indocumentado.
Un beso que anhelaba tal escape sólo para vagar
por las calles del mundo en que vives, como un gatito suicida con la luna en
las pupilas que se lanza desde el tejado más alto con tal de caer con mucha más
fuerza...
en tus labios.
Me gusta cuando te sonrojas,
y no estoy allí,
y me lo dices.
Porque mis ojos chocan con los tuyos en esa foto que miro a diario, capaz de borrarle los puntos finales a todos los
libros, excepto a Historia sin fin, donde allí sólo cambia la Historia.
Cambia la historia, nena.
Cambia el tiempo, cambia la vida,
la puta distancia.
la puta distancia.
De todos modos jamás cambiará el sentimiento,
éste en el que cada día, cada hora, cada minuto y cada segundo sin ti
no es más que una cuenta por cobrar.
éste en el que cada día, cada hora, cada minuto y cada segundo sin ti
no es más que una cuenta por cobrar.