Mi ser estará
cansado, muy cansado,
anhelará el tacto fúnebre
del descanso
y no existirá luz
que brille lo suficiente
para que éste
vuelva a abrir los ojos.
El cuerpo vacío se
llenará
con pedazos
pequeños de lo que fue,
intentará devorarse
lo que pudo ser,
y morirá enfermo
por un ¿por qué no lo hice?
O de hambre.
Y mi alma se
suicidará,
cayendo suavemente
desde mis pupilas,
exhalará lo que
será su último aliento
y en su silencio
dirá a gritos; perdón.
Que las lagrimas
derramadas por mi pena
le den de beber en
su camino
y mi último aliento
le daré,
para que a donde
quiera que vaya
pueda decir a todos
que, al fin, es libre.
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